22 octubre 2013

PREVENCIÓN DEL DETERIORO COGNITIVO

            A partir de los 60 años nos despistamos habitualmente y nos preocupamos pensando en las demencias. Nos preguntamos por los factores de riesgo para el deterioro cognitivo y como podemos protegernos.
            Las investigaciones realizadas desde hace años indican que hay hábitos y enfermedades que aumentan el riesgo de padecer mayor declive de nuestras capacidades intelectivas cuando nos hacemos mayores, por ejemplo los síntomas asociados a un bajo estado de ánimo. Verdelho y colaboradores (2013) han publicado, en Journal of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry, un estudio con más de 600 sujetos sanos entre 70 y 80 años, a los que evaluaron en distintas ocasiones a lo largo de tres años. En la última evaluación 90 de los participantes fueron diagnosticados de demencia y 147 de deterioro cognitivo no asociado a demencia. La cantidad de síntomas depresivos fue un predictor independiente del deterioro cognitivo en ambos grupos de personas, de forma que un peor estado de ánimo predecía un mayor deterioro cognitivo a los tres años. El mismo autor en otro estudio anterior publicado en Neurology (Verdelho y cols., 2010) encontró que la diabetes predijo el deterioro cognitivo, incluso tras controlar la posible influencia de otros factores como la edad, el nivel educativo e incluso los cambios cerebrales.
            De éste último tema también hay varios estudios interesantes. Scott Marquis (2002) encontró que un menor volumen hipocampal predecía el diagnóstico de demencia incipiente seis años después, en una muestra de 108 personas mayores inicialmente sanas cognitivamente. Esto puede guardar relación con datos encontrados en diversos trabajos en los que se ha planteado que el peor rendimiento en determinadas tareas de memoria episódica como el recuerdo de historias (Marquis y cols., 2002) o el reconocimiento de nombres famosos (Seidenberg y cols., 2013) también se asocia con el mayor declive de las funciones cognitivas en los mayores.
            Debemos averiguar si podemos prevenir qué hábitos favorecen el mantenimiento de nuestras capacidades en el proceso de envejecimiento. Molina y colaboradores (2011) describen en la revista de la SEGG cómo el mantener un adecuado nivel de actividad intelectual predice un mejor funcionamiento cognitivo tras meses de seguimiento en personas de edad muy avanzada (>90 años). Algo semejante sucede con el ejercicio físico moderado o vigoroso que se practica semanalmente, como demostraron Yaffe y colaboradores (2009) en más de 2500 personas estudiadas durante 8 años.
            Todos estos análisis abren la puerta al diseño de intervenciones preventivas para nuestros mayores y para todos aquellos que quieran comenzar a cuidarse hoy mismo. Nunca es pronto para empezar a proteger nuestro cerebro y puede ser el pasaporte a una mejor calidad de vida en la tercera etapa del ciclo vital.
            Poco a poco vamos conociendo más sobre los predictores y marcadores de las demencias. Pero aún seguimos sin saber, aunque tengamos predictores y marcadores positivos, si presentaremos la demencia, cuando aparecerá y qué curso seguirá (rapidez de la evolución clínica, intensidad de los síntomas, características sindromicas, etc.)
El problema de las enfermedades neurodegenerativas es que cuando realizamos el diagnóstico la enfermedad lleva varios años evolucionado de forma silente. Cuesta realizar el diagnóstico precoz ya que muchas personas banalizan los síntomas y se niegan a una valoración neurocognitiva por miedo al resultado.
            Es necesario profundizar en el autocuidado de nuestros mayores. Igual que se hace una mamografía con fin preventivo debemos conocer nuestro estado cognitivo.
            En España la medicina de la gente mayor no está en manos de los geriatras quienes, además de los neurólogos, tienen formación en demencias. Hay personas mayores con deterioro cognitivo leve (DCL) que cuando van a su médico de cabecera para ser remitidos a una unidad de memoria, éste les dice que no se preocupe, que lo suyo es propio de la edad.
            Las demencias neurodegenerativas no tienen tratamiento curativo y hay quien piensa (incluido el personal sanitario) que como no se curan no hace falta hacer nada. Esta actitud nihilista no favorece nada la prevención e intervención en el deterioro cognitivo versus demencia.

            Se nos llena la boca de calidad de vida, de prevención,  pero la realidad es otra, con cada vez menos recursos. Nos corresponde la difícil labor de hacer llegar la información, la desmitificación y el apoyo a quien lo necesite.

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