23 diciembre 2014

LA SALUD


               La necesaria disminución del gasto público se debe focalizar en sanidad, frente a otros ítems de los presupuestos. Tenemos que reafirmar el valor prioritario de la salud y de la sanidad, muy especialmente en atención gerontológica
                La salud es el tema que más preocupa a la población general y especialmente a los mayores. Según los barómetros sanitarios los españoles encuestados opinan que la sanidad es la primera política pública sectorial en importancia por encima de la educación, vivienda, educación o pensiones. Ha sido siempre así. En 1991 la Encuesta Blendon incorporada al Informe Abril preguntaba a los españoles en qué debería gastar el Gobierno el dinero si hubiera recursos adicionales. La asistencia sanitaria figuraba en primer término (39%).
                Está ampliamente reconocido que la mejoría de la salud es a la vez causa y consecuencia del crecimiento económico. Las diferencias en salud intervienen de una forma importante cuando se trata de explicar por qué unos países se desarrollan más deprisa que otros. La salud afecta directamente al desarrollo económico mejorando el capital humano, facilitando la educación y la capacitación laboral, incrementando la productividad laboral. Los grandes periodos de desarrollo económico, comenzando por la revolución industrial en Inglaterra estuvieron precedidos por un gran progreso de la salud pública y de mejora de la nutrición. Según Fogel una de las causas del crecimiento de los ingresos per cápita en Francia y Reino Unido durante los últimos doscientos años fue el aumento de calorías consumidas por su población laboral. La salud pública fue causa, no sólo consecuencia, de la mejora económica.
                También se produce la trampa de la pobreza. La mala salud contribuye a la caída del PIB y recíprocamente esta caída provoca un considerable descenso del nivel de salud de la población. El ejemplo más reciente ha sido el de los países herederos de la antigua URSS. Otro ejemplo es el África Subsahariana. El desastre sanitario de África y la gran mortalidad provocada entre otras causas por la malaria, SIDA, Ébola, etc. (aparte de la corrupción política y las guerras), son sin duda grandes culpables de su retraso.
                La íntima relación entre salud y desarrollo económico se produce también a nivel personal y social. La buena salud y la esperanza de vida están ampliamente correlacionadas con la clase social y con el nivel de educación. Como dice Alan Williams, una persona rica es aquella que puede aspirar a una expectativa de vida larga y de alta calidad, al contrario de la persona pobre.
                La relación entre salud y sanidad o sistema sanitario es compleja. Especialmente cuando a menudo por sanidad se entiende solamente los cuidados médicos. Cochrane en 1972 nos alertó que estos eran un pequeño determinante del estado de salud de una población. McKeown demostró que la mayor parte de la reducción de las tasas de mortalidad de Inglaterra y Gales de 1848 a 1971 se debió a la reducción de las enfermedades infecciosas y esta fue debida principalmente a la mejora de la nutrición y de las medidas higiénicas. Víctor Fuchs ha destacado por otra parte la aportación de los estilos de vida a la mejora de la salud de la población.
                La sabiduría popular dice que la salud no tiene precio. Ahora bien, sí se puede hablar de los gastos y del costo de la sanidad. Podemos determinar concretamente el valor monetario de la sanidad y lo que es importante en términos económicos, qué otros objetivos tendremos que sacrificar por no poder dedicarles los recursos empleados en la sanidad. Es el coste oportunidad. Es importante determinar por tanto cuál es el valor añadido de la sanidad para poder compararlo con otras alternativas. Ello exige el análisis comparativo de todos sus costes y beneficios directos e indirectos. La comparación no es solamente interna, alternativas sanitarias, sino externa con otras alternativas no estrictamente sanitarias, que mejoren la esperanza de vida y la calidad de vida (mejores vías de comunicación, por ejemplo, que ahorren accidentes, o más seguridad, que disminuya actos criminales contra la vida).
                La relación del gasto en sanidad con la salud es inequívocamente positiva. Se ve claramente en los países en desarrollo. Ahora bien la función de producción de salud es decreciente según aumenta el desarrollo de una sociedad. A partir de cierto desarrollo los impactos son menores y difíciles de medir. Existe un debate abierto acerca de la contribución de los avances de los servicios sanitarios en los países muy desarrollados sobre los crecimientos cualitativos en los niveles de salud. Este es el argumento más fuerte que justifica la política de contención de costos en los sistemas sanitarios desarrollados, pero siempre desde un punto de vista técnico.
                Una forma de medir el valor añadido de la sanidad y su repercusión en el sistema económico es a través de tablas input-output del sector. De esta forma se analizan los efectos positivos que un gasto en sanidad bien gestionado ejerce sobre la economía en su conjunto, a través de los efectos multiplicadores que provoca sobre otros sectores de actividad, creando empleo y para el mantenimiento de la demanda en determinadas áreas geográficas. Efectivamente se trata de un sector intensivo en empleo pues el 67% del gasto en sanidad es remuneración de los asalariados. La recuperación del gasto vía impuestos y cotizaciones sociales es de 51,13% del gasto inicial en sanidad y constituye además una clara forma de redistribución de renta entre los ciudadanos. Además se trata de gastos localizados. En muchas provincias el Hospital es la mayor empresa territorial.

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